El cuerpo como puerta
La práctica comenzó en silencio. Una postura tras otra. Incomodidad, resistencia, nudos. Pero también alivio.
Empecé a notar que, cuando me movía con conciencia, algo en mí se aflojaba. No era solo el cuerpo: era la mente, eran mis emociones.
Empecé a escuchar.
A mi cuerpo. A mi intuición.
Y esa escucha fue tan poderosa, que se volvió imposible volver a vivir en automático.
Claridad para ver, valentía para elegir
El yoga no me dio todas las respuestas de un día para el otro.
Pero me dio el espacio para hacerme las preguntas correctas.
Me mostró qué cosas ya no quería.
Qué vínculos me drenaban.
Qué rutinas me apagaban.
Qué sueños estaba postergando.
Y cuando vi todo eso con claridad… apareció la valentía.
La valentía para tomar decisiones difíciles, para soltar, para comenzar de nuevo.
Porque cuando volvés a vos, ya no podés seguir traicionándote.
Conectar con el alma
Quizás lo más profundo que me ha dado el yoga es la posibilidad de conectar con algo más grande.
Algo que no tiene forma ni nombre exacto, pero que habita dentro mío: mi alma.
Esa parte sabia, amorosa, luminosa que siempre estuvo, pero que yo había aprendido a silenciar.
Volver a ella fue volver a mí.
Y desde ahí, todo lo demás cambió.
Si estás buscando lo mismo…
Hoy acompaño a otras personas a hacer ese viaje de regreso hacia sí mismas.
Con yoga, con respiración, con presencia.
Si querés explorar esta forma de volver a vos, en mi membresía online encontrás prácticas amorosas, accesibles y guiadas con propósito.
🌿 No es solo moverte: es recordarte.
Conocé la membresía acá